martes, 9 de julio de 2013

Que son en el mundo entero

Me recuerdo a mí misma paseando por la playa y por las calles de Salou como quien camina por su pueblo de toda la vida. Allí pasé muchos veranos con mi familia, así que, a fuerza de ir un año tras otro, acabé sintiéndolo como mi segundo hogar. Conservo grandes recuerdos de esos días de finales de agosto de sol, arena, piscina y calor, porque en mi casa siempre hemos sido como una piña, y la verdad es que disfrutaba y mucho de las vacaciones familiares. 

Ahora las evoco con cierta nostalgia, porque la vida va cambiando inevitablemente y cada uno planea su propio verano. Así que hace bastante tiempo que no piso Salou, pero os aseguro que no lo reconozco en las imágenes de desfase total que cada año llegan del Saloufest. Se ve que los universitarios ingleses están muy reprimidos en su país, o piensan que en España todo vale. Pero esa imagen de jóvenes borrachos todo el día, saltando de balcón a balcón, tirados en la calle, no hace justicia al turismo que recibe la localidad catalana. Habrá hoteles, bares y discotecas que hagan el agosto, está claro, pero, ¿a costa de qué?, ¿cómo afecta a la imagen de Salou? Si tan abiertos y liberales son esos jóvenes británicos, que lo sean también en sus países, y no sólo cuando vienen de vacaciones a España.


Saco este tema a colación porque el otro día, en una comida familiar, había quien comparaba el Saloufest con lo que ocurre en Pamplona durante los Sanfermines. No lo justifico tampoco. Todos sabemos que llegan a la ciudad hordas y hordas de australianos, americanos, franceses, ingleses... que entienden la fiesta como sinónimo de desfase total y poco más. No sé si el problema es suyo o de quienes, en sus países de origen, les venden una imagen de la fiesta que se limita a beber, tirarse de la fuente de Navarrería, comprarse el souvenir más hortera y correr el encierro en chancletas. Genial. Ésa es la esencia de la fiesta, sí señor.

Entendedme, que no tengo ningún problema con ellos, que sé que dejan dinero en la ciudad, que son embajadores de nuestras fiestas, que las hacen más universales si cabe. Pero coincidiréis conmigo en que los Sanfermines son algo más. Y ahí es donde, por suerte, yo veo que no tienen nada que ver con el dichoso Saloufest.

Porque nuestras fiestas conservan su sentido y su esencia. No hay más que salir a la calle un 7 de julio para ver a la ciudad volcada con su santo. O ir a los toros, o acercarse a las peñas, o cantar con las dianas, o caminar por la Plaza del Castillo, o seguir a la comparsa de gigantes y cabezudos. Esas estampas nos dibujan la postal de una Pamplona festiva y vibrante, pero también abierta y acogedora, deseosa de contagiar a todos de esa pasión por los Sanfermines.


Si algo me gusta de las fiestas es su carácter popular. Se viven en la calle y nos ofrecen un abanico de posibilidades con independencia de la edad, el sexo, el lugar de origen o el poder adquisitivo porque, entre otras cosas, el blanco y el rojo nos igualan. Y eso es precisamente lo bonito de la fiesta.

Pamplona ha buscado durante mucho tiempo algo más allá de los Sanfermines con lo que venderse al mundo. Pero una y otra vez ha visto que son su mejor baza, la más segura, la que nunca falla. Y la ha sabido explotar. Porque quizá no nos termine de gustar el tipo de público al que atraen, pero es innegable que las fiestas son un reclamo turístico para la capital y para Navarra durante todo el año. Porque muchos visitantes llegan hasta Pamplona deseosos de ver el recorrido del encierro, la Plaza del Ayuntamiento, el callejón, la Plaza de Toros. Y, ya de paso, se acercan al Pirineo, a Javier, a Olite, a la Ribera... Y ése es el turismo que mantiene viva a la comunidad durante todo el año, y no sólo en Sanfermines.

Seguro que en Lepe están hartos de ser "los de los chistes". Pero más de uno pensará que lo importante es que hablen de ti, y si no que se lo pregunten al Borja del Ecce Homo. A ver cuánto dinero ha sacado con la tontería de una restauración de dudoso arte.

Aquí en Pamplona podemos presumir de nuestras Fiestas, así, con mayúsculas. Únicas y diferentes a todas las demás. No dejemos que nada las desvirtúe.

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