Notas que te haces mayor cuando a tu alrededor ya no se habla de ligues ni de chicos guapos sino de pañales y extraescolares.
Notas que te haces mayor cuando te da pereza salir de casa sólo porque llueve y hace frío, mucho frío. Cuando no cambiarías el sofá y la manta por nada del mundo.
Notas que te haces mayor cuando vas a comprar una crema hidratante para la cara y te recomiendan que, ya de paso, sea anti-arrugas. Y cuando las mechas ya no son una opción sino una obligación.
Notas que te haces mayor cuando entras a Bershka y sales a los 30 segundos horrorizada por la ropa y por el volumen de la música.
Notas que te haces mayor cuando ya no tienes la genética de los 20 y no es tan fácil meterse en una talla 38 ni lucir biquini sin demasiado esfuerzo. Ahora te lo tienes que currar un poco (o bastante, yo diría).
Notas que te haces mayor cuando un niño te llama "señora" (y te dan ganas de matarlo, claro).
Pero, sobre todo, notas que te haces mayor cuando las cosas ya no son tan fáciles, cuando tienes más preocupaciones, problemas que te quitan el sueño, dudas existenciales; cuando te toca tomar decisiones importantes que, además, sólo dependen de ti.
Creo que lo estoy notando. Vamos, que me he dado cuenta de que en unos pocos meses me caerán los 34 y yo con estos pelos, casi sin enterarme.
Y, aún así, aunque nos hacemos mayores, aunque ya no somos los veinteañeros despreocupados y "japis" de la vida, daremos las gracias por estar aquí, a ratos mejor y a ratos peor, bien rodeados de gente que nos quiere, con ganas, con ilusiones, con sueños que, a pesar de los años, siguen intactos (ese viaje pendiente, ese proyecto de vida, ese trabajo por el que merece la pena luchar, ese capricho que algún día te darás -o no-).
Nos hemos llevado decepciones, nos hemos pegado "leches" importantes, y hemos intentando aprender de los fracasos y de los errores.
Y, de repente, cuando estábamos en edad de empezar a ordenar nuestras vidas, esta crisis salvaje nos la ha puesto patas arriba. Adiós trabajo de toda la vida, adiós seguridad, hola incertidumbre.
Y en esas estamos. Dándonos cuenta de que, inevitablemente (y aunque yo soy y seré siempre "la Anica", la pequeña de la casa), nos hacemos mayores. Aprendiendo a lidiar con los nuevos problemas; conviviendo con los antiguos; y, aún así, dando gracias porque, visto lo visto, todo podría ser bastante peor.