martes, 20 de agosto de 2013

Y el fútbol nos dejó... en fuera de juego

Por suerte, este año el inicio de la liga de fútbol profesional me ha pillado doblemente despistada. Primero, porque eran las fiestas de mi pueblo/ciudad, y una anda con la cabeza en el programa festivo más que en la actualidad. Y segundo porque, ya puestos a desarrollar la vena deportiva, este fin de semana he estado centrada en las aventuras de Rafa Nadal en el Masters 1000 de Cincinnati (bravo por él, una vez más). Así que podría decir que el arranque liguero me ha pasado bastante desapercibido. Por suerte, insisto.

Porque ando bastante indignada. Nos venden la moto de que será un año intenso pero creo que la única emoción será, para variar, la que se viva en la parte baja de la tabla. Ahí andará (salvo sorpresa) nuestro Osasuna peleando por seguir en primera una temporada más. Por la parte alta no preveo grandes novedades. No hace falta ser ningún visionario para saber que ésta será, quizá, la liga más "bipolar" de la historia. La crisis económica ha encogido las carteras de la gran mayoría de los clubes, así que Barcelona y Real Madrid alargan su sombra galáctica y se quedan un poco más solos en la lucha por el título.


Vamos, que, si lo que nos espera a partir de ahora son goleadas como la del Barcelona al Levante, conmigo que no cuenten. Que la gente quiere emoción, diversión, lucha, y no escarnios ni humillaciones públicas a equipos modestos que bastante hacen con estar donde están. O eso pienso yo, vaya.
 
Por supuesto, también estoy enfadada porque el fútbol sigue viviendo de espaldas a la realidad del país que le da de comer y que llena los estadios. De espaldas al paro y a los sueldos cada vez más ajustados. De espaldas a las familias que no llegan a fin de mes. Que sí, que muchos clubes se aprietan el cinturón, pero las cifras que manejan siguen siendo astronómicas. Y, desde luego, en nada se corresponden con la situación de nuestra economía. No dudo de que Messi o Cristiano sean grandes jugadores, Dios me libre, pero no termino de entender que pegar patadas a un balón y meter goles sea tan relevante para la sociedad como para justificar lo que cobran. Por no hablar de los precios de entradas y abonos, que figuran entre los más altos de Europa. Ahí, más chulos que nadie.
 
El otro día decía Granero en su presentación como jugador de la Real Sociedad que se siente un privilegiado a la vista de lo mal que lo está pasando mucha gente. Hombre, gracias, es todo un detalle reconocerlo, no nos habíamos dado cuenta. También dijo Messi que jugaría al fútbol aunque no le pagaran, pero, por si acaso, ya se encarga de negociar cada cierto tiempo su contrato al alza, no sea que no le vaya a dar para vivir con los millones de euros que cobra al año.

Y, entre tanto, el fútbol sigue copando portadas, titulares y patrocinadores. Llevándose casi todo el protagonismo cuando otros deportes nos han dado y nos siguen dando grandes alegrías. Ya puede ganar Márquez en Moto GP, ya puede Nadal seguir sumando títulos a su histórico palmarés,  que se ven relegados a un pequeño hueco en las portadas que protagonizan -con grandes letras- Isco o la goleada del Barcelona.


Ya lo dijo hace poco Mireia Belmonte, "importa más el pelo de Sergio Ramos que mi récord". Una frase que lo resume todo. Ya puede batir un récord del mundo o conseguir medallas, que el look rubio platino del futbolista del Real Madrid acapara todos los focos.

Así nos va. Seguiremos alimentando el negocio del fútbol mientras muchos equipos de otras disciplinas (balonmano, fútbol sala...) se hunden o desaparecen por falta de apoyos y patrocinios; mientras deportistas como la propia Belmonte tienen que costearse parte de sus viajes, si se lo pueden permitir, claro. 

Una vez más se cumple el tópico de que el pez grande se come al pequeño, David frente a Golita. Qué poco me gustan las frases hechas, pero qué oportunas son a veces. Porque todo parece indicar que el fútbol seguirá dejando en fuera de fuego a otros pequeños y grandes deportes y deportistas.

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