El mundo del tupperware ha evolucionado tan rápido como el del resto de las innovaciones que nos rodean. Como los móviles, las tablets o las televisiones. Ya poco queda de esos recipientes de plástico tan sencillos y con tan pocas funcionalidades. Están obsoletos. Porque ahora lo que se lleva son los tupperwares que te permiten, con un pequeño tubo, extraer el aire y guardar los alimentos envasados al vacío. Son geniales. Porque así el contenido se conserva mejor durante más tiempo.
Estoy encantada. Si antes me subía un par de tupperwares de esos básicos, ahora me puedo llevar alguno más con "ayuda humanitaria" para la semana. ¿De dónde?, os preguntaréis, pues de casa de mis padres, por supuesto. Porque yo pertenezco a la generación del tupperware, a la de esos hijos que cada domingo, tras comer con la familia, vuelven a su casa con un cargamento de fiambreras llenas de verdura, carnes, pescados o restos varios que te solucionan buena parte de la semana. Mi madre se queda mucho más tranquila, las cosas como son, porque así sabe que vamos a comer bien, que no nos vamos a apañar con cualquier cosa. Y a nosotros, claro, nos hace un grandísimo favor.
Pero es que, además, mi madre es apañada para casi todo. Lo mismo te coge el dobladillo del pantalón, que te hace gestiones en el banco, te cambia un enchufe o te cose una falda. Vamos, es el concepto de "madre-total" que, mucho me temo, está en vías de desaparecer.
Yo no soy madre. Pero os aseguro que mis habilidades con la costura no van más allá de coser un botón; de electricidad ni hablamos, porque temo por mi vida cada vez que cambio una bombilla; y en el banco siempre me hago pequeña, porque tengo la sensación (seguramente acertada) de que me timan continuamente. En la cocina me desenvuelvo mejor, pero, por supuesto, estoy a años luz de las habilidades culinarias de mi madre.
Así que, si algún día soy madre, o cambian mucho las cosas, o no me veo como una "madre total", sino más bien como una "madre desquiciada".
Partimos de la base de que las cosas han cambiado mucho -por suerte- en los últimos años. Las mujeres, integradas como estamos en el mundo laboral (ahora, por desgracia, un poco menos),no tenemos tanto tiempo para dedicar a las tareas del hogar. Y, si disponemos de menos tiempo, se trata de distribuirlo en función de nuestras prioridades. A veces hay que elegir. Mejor exprimir el tiempo con pareja, hijos, familia, amigos, que dedicarlo a coger dobladillos o llenar tupperwares. Si todo es compatible, genial. Si no, coincidiréis conmigo en que lo primero es lo primero.
Yo levantaría un monumento en honor a mi madre. Y a las madres como ella. Que han cuidado (y cuidan) de nosotros, de nuestros padres, de sus hogares, y que a menudo se encargan después de los nietos. Y todo lo hacen con absoluta diligencia, como si fueran profesionales de todo, buenas en todo. Madres, esposas, abuelas, dueñas y señoras de sus casas. Cariñosas, protectoras. Siempre pendientes de nuestras necesidades.
Mucho me meto que esa generación del tupperware será de aquí a unos años una generación perdida. Desde aquí mi reconocimiento y admiración a quienes la han hecho posible.
Yo tampoco soy madre pero asumo que jamás seré como la mía, y como muchas otras que son heroínas anónimas, pluriempleadas sin salario, y un poco magas, porque a veces no se entiende cómo pueden estar en todo, saber de todo, llegar a todo, y siempre con una sonrisa y con buen humor. Son madres, esposas, amigas, hermanas, tías, abuelas, suegras, cocineras, limpiadoras, costureras, enfermeras, diseñadoras, carpinteras, fontaneras, electricistas, asesoras fiscales, ingenieras financieras, economistas, informadoras, comentaristas, asesoras de imagen, psicólogas, confesoras, resuelvetodo a las vecinas... Ummmm Creo que me dejo otras veinte profesiones por citar, y seguro que todas encajan.
ResponderEliminarMe sumo al homenaje a esa generación de super madres, a mi madre, y conste que no solo por sus tuppers que nos salvan un poco la vida, sino por ser como son. Una pena que la especie esté en extinción. Pero los tiempos cambian. No sabemos si a mejor o a peor, pero la evolución es lo natural. Y así tiene que ser.
Las futuras madres seremos, sencillamente, otras madres.
Ehhh!! Yo tengo q decir q todos ese exceso de mimos lo pagamos las parejas! Y mas los que no tenemos a la mami cerca..q cuando después de trabajar mil hrs intentas hacer algo «decente» y oír ....bueno no es como el de mi madre...Además hay que independizarse que ya tenemos una edad!
ResponderEliminarTb tengo mente positiva, porque nuestros padres también fueron jóvenes, y seguro que no eran tan así con 20 años.....
Estoy segura que está generación sacará tiempo y será capaz de coordinar mil cosas, como lo hacemos ahora y sino...siempre nos quedará los tuppers de la abuela!!!;-)
Mmm... cuando me independice la primera vez, con mi compañera de piso y amiga, fue con quien viví eso de los tuppers de mamá (la de ella). En mi casa creo que solemos ser limillas y poco quedaba para tuppers, jeje...lo digo porque cuando iba a comer con mis padres, me volvía con algún cuenco bonito de regalo (vacío), que me regalaba mi madre, jejeje. Ahora, pues pasa tanto de lo mismo, es la madre de mi chico la que nos provisiona de algun que otro tupper jejeje. Sin contar con que en casa si de cocina se trata mi chico es el cocinillas, y no negaré, que asi da gusto, jajaja. Besos!!
ResponderEliminarJajaja no nos podemos quejar Gret!! aunque en mi caso soy yo la cocinillas, y lo disfruto, la verdad!!! eso sí, la ayuda humanitaria de las mamis nos viene muuuuy bien!! Un besico a los dos!!!
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