martes, 5 de noviembre de 2013

No estoy hecha para este mundo

¿Visteis hace unos días el vídeo de un bebé que lloraba emocionado al escuchar a su madre cantar? A mí me encantó. No soy muy dada a navegar por YouTube, y menos aún a dar pábulo a los padres que se dedican a grabar todo lo que hacen sus hijos con la esperanza de encontrar algo que merezca la pena compartir en las redes sociales (¡he dicho!), pero lo vi en un periódico digital primero y en un informativo de televisión después y  me pareció curioso, de verdad que sí. Porque observar los gestos y las expresiones de esta niña de sólo diez meses como que te llega, te transmite.

También os digo que, si sigue así, esta pobre mujer está llamada a convertirse en una sufridora nata. Y lo digo por experiencia. Porque yo soy una llorona, a mí todo me conmueve, con todo empatizo. Y, claro, así me va. Se me puede caer la lágrima viendo un informativo, en el cine, con una canción o cuando alguien me cuenta sus penas. Y es duro, os lo prometo. Porque yo tengo muy claro que el mundo no está hecho para la gente sensible. Es así.


Basta con leer la prensa o ver un informativo. Las noticias trágicas se suceden una tras otra. Mineros que fallecen por escapes de gas, accidentes de tráfico, periodistas asesinados en Malí, mujeres víctimas de la violencia de género, atentados terroristas, inmigrantes que pierden la vida en el mar, desahuciados... En fin, no hace falta que siga, ¿no? Creo que sabéis perfectamente a lo que me refiero.

Me pregunto si, ante tanto drama vital, tendemos a anestesiarnos. Si, de alguna forma, nos volvemos inmunes ante el dolor ajeno. Si pensamos eso de "ya tengo bastante con lo mío, como para mirar más allá". La cuestión es que, como ya comentaba en otro post, contemplar el mundo que nos rodea produce auténtico pavor. Y no creo que podamos ni debamos hacer como si nada.

Sobre todo porque tengo la plena convicción de que muchos de esos dramas que nos sacuden a diario son evitables. Hay accidentes sobrevenidos, sí, pero también hay muchos tipos de violencia que podríamos combatir desde la educación, el respeto y la tolerancia (ojo a los conflictos religiosos, a las luchas fratricidas entre pueblos), y hay penurias económicas contra las que luchar desde un reparto más justo y equitativo de los recursos. 

Creo que puedo sonar utópica y hasta demagógica. Probablemente. Pero no me resigno a cerrar los ojos a todo el dolor y al sufrimiento que nos rodea, por duro que sea. Ocurre aquí al lado, cerca de nuestra casa. No creáis que hay que irse muy lejos.
Lo fácil para huir del dolor ajeno es caer en el egoísmo y encerrarse en los problemas propios (que haberlos, haylos), cerrando los ojos al resto. Pero, ¿y si todos hacemos lo mismo?, ¿hacia dónde vamos? La respuesta asusta. Sólo sé que no vale hacer como si nada.

1 comentario:

  1. Hola,la verdad es que no se ni como he llegado hasta aqui.Pero al leer este post y luego enterarme que eres periodista,siempre me he preguntado lo mismo.Por que son noticias las cosas malas?No es que no estes hechas para este mundo,es que las cosas que publican y cuentan no son agradables para nadie.No pasan cosas agradables,no hay buenas noticias?Existe en la facultad de periodismo una asignatura sobre como contar desastres?,ensañarse con el dolor ajeno?,convertir en morbo detelles de un crimen?Yo no es que no sea empatico como tu,yo simplemente vivo al margen de telediarios y programas de investigacion y esas cosas.Es imposible vivir al margen de las malas noticias ,pero yo me entero por terceras personas y eso hace que reaccione segun quien me la cuente.Animate y tu que tienes un blog ,cuenta el lado bueno del mundo que tu sabes que existe pero que desde el punto de vista periodistico,no vende.

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