martes, 12 de noviembre de 2013

Yo blogueo, ellas bloguean

Hace ya seis meses que inauguré este blog y, en todo este tiempo, se ha ido haciendo con una audiencia pequeña pero fiel. Es, por ahora, lo más cercano para mí a una de esas experiencias vitales del tipo "plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo". Os aseguro que yo mimo, cuido y alimento mi blog como mi pequeño espacio en el mundo que es. Una mirada modesta y humilde a las realidades -mejores y peores- que nos rodean. Como os podréis imaginar, nació sin ninguna pretensión. Sólo la de canalizar mi gusto por la escritura y ser un vehículo de todas esas emociones, sensaciones, sentimientos, reflexiones... que a una le pasan por la cabeza y que muchas veces se quedan en el tintero. 

Para mí también tiene algo de impúdico, de exhibicionista. No sé si he escogido bien las palabras. La cuestión es que yo soy terriblemente pudorosa para exponer ciertas partes de mí (no me seáis mal pensados), y este blog ha sido un reto personal a la hora de mostrarme tal y como soy, de superar vergüenzas y recelos. 

Y eso que el pudor, creo, no abunda en muchos de los blogs que circulan por la red, y que sí han hecho de la actividad frente al ordenador un auténtico negocio y un modo de vida. Hoy no vengo a hablar de mí, no os asustéis; vengo a hablar de otras personas que sí hablan de sí mismas. Sin acritud, qué conste. Sólo como ejemplo de un fenómeno cada vez más extendido a través de internet: el fenómeno de las (y los) egobloggers.


¿Sabéis de qué hablo? De aquellas personas que han construido un blog en torno a sí mismas. Estoy pensando especialmente en el mundo de la moda. Es el ejemplo más claro. No sé exactamente cuándo ni dónde nacieron, pero hoy en día proliferan las bitácoras en las que se exhiben modelitos, conjuntos, sugerencias... Hay famosas, como la actriz Paula Echeverría, pero, sobre todo, hay mucha gente anónima tocada por una barita mágica y que ha hecho de una actividad tan aparentemente sencilla como enseñar su armario por capítulos, su modo de vida.

Lo hacen, por su puesto, bajo el paraguas de algunas marcas. Porque no todo es casual en esta vida, no siempre recomiendan ciertas firmas, ciertos productos, sólo porque les gusten y les vayan bien. Lo hacen porque están "patrocinadas", porque son las (y los, que también hay hombres en este mercado) auténticas prescriptoras del siglo XXI. 

No está mal. Supongo que, si hay oferta, es porque cada vez hay más demanda. Porque ni la televisión ni las revistas son suficientes; ahora las tendencias se cuecen en los blogs, y es ahí donde podemos encontrar ideas y sugerencias para el día a día. Si te interesa el tema, claro.

Yo sigo algunos de estos blogs más por interés profesional que por un afán de imitar sus estilismos. Y veo, a menudo, un exceso de ego que me chirría un poco. Porque ya el protagonismo no está en la ropa, ni en los zapatos, ni en bolsos, si no en ese afán por ser "alguien", por tener un nombre, por cobrar protagonismo.

Observo, además, una frivolidad y un gusto por lo superfluo que choca un poco con la realidad que nos rodea. Mucho glamour, mucho viaje, mucha firma cara, que, seamos realistas, poca, muy poca gente se puede permitir en los tiempos que corren. Quizá haya quien observe esas vidas como el ideal de lo que le gustaría tener y no tiene. Lo que anhelamos pero no alcanzamos. No lo sé.

Y, por último, se aprecia cierto gusto por el exhibicionismo. Hace unas pocas semanas estrenó blog Sara Carbonero para la revista Elle ("Cuando nadie me ve"). Tengo que confesar que me sorprendió. Es alguien que, a priori, trata de preservar al máximo su privacidad. Y, de la noche a la mañana, habla de los restaurantes a los que va, de cómo es su mesilla de noche, o de sus prendas fetiche. ¿Lo hace por dinero? Por necesidad, desde luego, no creo... Las marcas estarán encantadas porque, como buena it girl que es, todo lo que toca se convierte en oro. Ahora, ¿y la intimidad que tanto defiende?

En fin, ahí lo dejo. Sobra decir que, si eso es lo que os gusta, no lo vais encontrar por estos lares. Entre otras cosas, porque no creo que ni mi vida ni mis estilismos sean de interés para nadie. Aunque está claro que, por este camino, no creo que ninguna firma me patrocine.

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